Comenzamos este artículo repasando ciertos datos que nos ayudarán a ponernos en contexto. Desde el año 2012 la tasa de empresas que sufrían impagos, caía año tras año. El contexto macroeconómico, unido a las buenas expectativas empresariales, hundía, ejercicio tras ejercicio, el uso del afigura del detective en la empresa como una herramienta vital de prevención, más allá de la tradicional práctica de acordarnos de Santa Bárbara solo cuando truena.
Pero con la llegada del 2018 esta tendencia favorable se revierte y la ratio subió al 2,9%. Estos incipientes nubarrones se acrecientan en el 2019, llegando al 3,1%. Hablamos que solo en el año 2019 y ante un contexto económico que ya quisiéramos para estos días, 165.000 empresas bajaron sus persianas para siempre por no poder hacer frente al retraso del abono de sus facturas o al imopago de ellas, por parte de sus clientes. Según los datos, por media, duranre el 2019 las empresas han cobrado sus facturas a 73 días, es decir, +43 días según las obligaciones de pago del sector público y +13 días respecto a las del sector privado. Una vez más, "papá estado" incumpliendo sus propias normas de casa.
Ante tal situación, la llegada del COVID-19 y sus consecuencias económicas, que apuntan a una contracción del PIB nacional de cifras de dos dígitos y a un sinfín de "alegrías", entre las que destacaría, por su impacto directo, la escalara del déficic público a cuotas en el entorno del 10% y sus consecuencias en forma de tener que entrar por el aro del MEDE (los men in black con más o menos barniz), supone un uppercot descomunal y a la mandíbula de un púgil que ya venía sufriendo un round bastante adverso.
La caída general en el consumo (solo a modo de ejemplo podemos citar que en los próximos meses expirarán en este país unos 4 millones de contratos precarios que irremediablemente no se renovarán con sus previsibles consecuencias en forma de conflictividad laboral, social etc.), el escenario de deflación, la inevitable y creciente presión fiscal del estado, el entorno internacional de claro escenario de depresión o exiguo crecimiento y el agravamiento de la falta de liquidez generalizada, obligará a las empresas a medir con pies de plomo, cada movimiento en el mercado, especialmente en lo que afecta a sus clientes y proveedores, sean o no habituales (garantizar fuentes de datos actualizados será más importante que nunca).
Las empresas comienzan a entender que la inversión en investigación preventiva no es solo un ejercicio de seguridad indispensable en este contexto, además, es un claro elemento productivo que hay que potenciar. Negro sobre blanco, en contextos de alto riesgo sistémico como en el que estamos entrando, y aplicando lo aprendido en la pasada crisis del 2008, es más rentable buscar mecanismos que nos aporten informes periódicos sobre solvencia previa o actual de nuestros clientes etc., que tener que gastar ingentes recursos en investigaciones y litigios por impago, que de entrada reportan inciertos desenlaces.
Cuando usamos el término empresa en este tipo de contextos pocas veces lo hacemos con la mente puesta en los autónomos. Y me refiero concretamente a ese 60% de los autónomos dados de alta como personas físicas y que conforman a día de hoy sobre el 50% de nuestro tejido empresarial, por tanto, segmento básico de nuestros sistema productivo y que a su vez es el más vulnerable a las convulsiones económicas y sus consecuencias. Y no olvidemos las repercusiones patrimoniales de índole personal que los problemas financieros pueden acarrear a este tipo de empresarios. Este segmento empresarial lo componen hoy algo más de 3 millones de autónomos y según las últimas previsiones, es muy posible que la tormenta económica se cobre, solo este año, la escalofriante cifra de 700.000 de ellos. Hablamos de cifras dramáticas a las que añadir los inmensos daños colaterales, consecuencias, efectos cascada, etc., que sobre otras empresas tendrá cada una de estas caídas, en un mundo hiperconectado como el nuestro. Y es aquí donde invertir en investigación preventiva, puede marcar la diferencia. El contar, con información previa y precisa, sobre con quién negociamos o hacemos alguna transacción o incluso con una radiografía precisa del estado financiero de un cliente con quien nos vemos obligado a buscar una solución a un problema de sovencia, sea o no puntual, puede marcar la diferencia que permita la pura supervivencia de nuestro proyecto empresarial.
Es ahora y más que nunca, fundamental contar en nuestra empresa (al igual que desde hace décadas vienen haciendo en EEUU y países de referencia europeos) con nuestro equipo de investigación de confianza, de carácter integral y que actúe a modo de inteligencia estratégica previo a la toma de decisiones. Poder responder en tiempos de tormenta económica como en la que ya estamos inmersos, en áreas vitales, con celeridad y de la forma correcta, se hace más imperativo que nunca.
Fco. Rincón
Detective Privado, Director de Seguridad, Jefe de Seguridad, Perito de delítos económicos y blanqueo de capitales y Técnico especialista en delincuencia económica y BC.